—Demos una vuelta, me estoy estresando —han sido las palabras con que Nico ha propuesto el plan de la tarde. Hace unas semanas que en la Facultad de Bellas Artes les pidieron que trabajasen en una escultura. No es la primera vez que sucede, por supuesto, como tampoco es la primera vez que al chico, que domina a la perfección los asuntos bidimensionales, se le hace complicado enfrentarse a un proyecto tridimensional.
    —¡Es que es injusto! Yo no sé hacer esculturas… —le dice a Miguel, que escucha pacientemente su pataleta. A él lo que se le da bien es el arte conceptual, que no tiene por qué tener dimensión, de modo que se enfrenta a los trabajos de la universidad con resignación y lo hace lo mejor que puede.
    Lo que pasa con Nico, sobre todo, es que no puede cargar con el peso de la culpa de haber hecho novillos hace unos días. Cree que si le sale mal este proyecto es a causa de no haber ido a clase. Miguel trata de explicarle que no pasa nada, que nada de lo que le pase es un castigo divino, y que sacar menos de un notable no es ni de lejos el fin del mundo.
    La propuesta de Miguel ha sido acercarse hasta La Fuente que hay cerca del centro. La rodea un jardín de rosas y otras plantas increíbles entre las que es muy agradable pasear. No es necesariamente siempre el lugar más
tranquilo, porque las especies de El Lugar pueden pasar varios
meses migrando entre
El Bosque del Norte y El Bosque del Sur, y en el proceso
todas hacen una parada obligatoria

en estos jardines, de manera que no es raro encontrarse el espacio atestado de toda clase de animales reponiendo fuerzas. Pero esta no parece una de esas tardes. Todo está tranquilo. Mientras Nico refunfuña para sus adentros, Miguel repara en una caracola que descansa sobre el borde de piedra de La Fuente, y se acerca a recogerla.
    —¿Crees que será de un animal? —le pregunta a Nico mientras se lo lleva a la oreja para escuchar lo que él cree que será el mar pero que con suerte no será más que el sonido del aire vibrando dentro. Para su sorpresa, lo que suena no es el mar: —¡Eh! Aquí dentro suena música —exclama atónito—. Mira, Nico. Te vas a olvidar por un momento del trabajo de Escultura…