En este preciso momento, los chicos asisten con desgana a los últimos instantes de su descanso del mediodía. En los jardines de la Facultad de Bellas Artes siempre hay una radio alrededor de la cual los alumnos se reúnen para escuchar las últimas noticias o canciones del momento. Nico y Miguel se suelen aposentar allí, porque esa localización les ofrece una vista panóptica de la fachada, que les permite enterarse fácilmente de cuándo dan comienzo o terminan las clases. Ahora les toca Historia y Fenomenología de los Materiales, que es con diferencia la optativa de relleno más aburrida de todas. Cada cuatrimestre (pues la vida aquí se mide en cuatrimestres) se centra en uno de los dos grandes bloques de materiales que la Universidad ha determinado que los estudiantes deben conocer y aprender para obtener los ansiados 3 créditos que los acercarán al graduado. De septiembre a diciembre, los materiales blandos; y de febrero a mayo, los duros. Enero y junio son los meses de exámenes y entregas, y funcionan como una especie de limbo. Esta es la tercera semana del primer módulo, y la clase a la que deben asistir hoy es sobre el cartón. Los chicos recuerdan con pena los días de verano en los que a cambio del calor abrasador, podían permitirse el lujo de quedarse en casa sin hacer nada.
    —Antes de que termine esta canción deberíamos haber decidido si vamos o no —dice Miguel. Todos saben que pasada media hora ya no tiene sentido entrar en clase, especialmente si se trata de una optativa de relleno, porque todo lo verdaderamente esencial se suele concentrar en los primeros treinta minutos de explicación, y lo que viene después son solo derivas.     Es entonces cuando Nico tiene una idea:
    —¿Por qué no se lo preguntamos a las cartas? —propone. Nico lleva unos días aprendiendo a leer el tarot de El Lugar, una versión que imita el famoso tarot de Marsella, y aprovecha siempre que puede para hacer una tirada. Miguel, en quien los asuntos esotéricos provocan total indiferencia cuando no le asustan como a un niño pequeño, acepta. Antes de que pueda pestañear, Nico ya le está ofreciendo la baraja para que la mezcle y corte.
El chico empieza a voltear cartas sin ton ni son. Miguel se pregunta a qué tipo de orden o reglamento se adhiere este oráculo. Las cartas que salen son las siguientes: —Hmmm, veamos. Primero tenemos El Loco… —murmura Nico—. Esto significa que va a haber un cambio de rumbo en nuestras vidas, Miguel. Que no podemos seguir como hasta ahora. Después ha aparecido El Carro. Eso está más que claro: los medios que nos conducirán hasta ese cambio, seguramente algún tipo de vehículo. Se me ocurren algunos —bromea—. Y por último… ¡La Torre! Nuestro destino, el lugar al que vamos.
    —¿Y qué quiere decir todo esto? —pregunta con cierta preocupación Miguel.
    —Está claro —declara Nico—. No vamos a ir a clase hoy: tenemos que coger el coche y conducir hasta la Iglesia de San Pedro. ¡Levántate, Miguel!