El disco gira en el tocadiscos 33 veces por minuto. En tres minutos y medio, habrá girado 115 veces y media. Nico y Miguel hacen la cama en ese tiempo, que es el que dura la canción que ahora suena. Son hábiles, ya lo han practicado muchas veces y saben colocar una sábana y hacer un embozo como si fuesen los dos brazos de un mismo robot, conscientes de que deshacer es también hacer.
    Nico piensa ahora en lo blanca que es la sábana que están extendiendo sobre el colchón. “Es así”, se dice, “porque es nueva. En unos meses,
con lo que pega el sol en esta casa, ya estará amarilla.”
    —¿Cómo haces tú la coladapara que se te quede así de blanca
la ropa blanca? —le pregunta a Miguel con cierto resentimiento.
    —Ya lo viste el otro día, cuando me ayudaste, Nico. No
hago nada especial.
    —Ya… Supongo que yo estoy condenado
a que mis sábanas amarilleen.


Me da pena, es tan bonito el blanco puro…
    Hasta ayer, al cuarto de Nico lo decoraban varios dibujos que él mismo había hecho. Pero la imagen que ahora protagoniza la pared y corona la cama es un póster gigante: un cuadro de Brueghel titulado Los cazadores en la nieve, que al muchacho obsesiona desde hace unos días. Brueghels hay dos: el Joven y el Viejo. Y dado que el primero es hijo del segundo, ambos tienen un estilo muy similar. En general, al hablar de Brueghel a secas nos referimos al Viejo, el padre, por la importancia que le confieren sus aportes a la pintura flamenca del siglo XVI y el ser fundador de la dinastía que lleva su nombre. Los cazadores en la nieve forma parte de una serie de pinturas sobre los meses del año, y representa el periodo que comprenden diciembre y enero. Pero la nieve llega a El Lugar mucho antes de esos meses: en cuanto acaba el verano.
    La pintura que representa octubre y noviembre en esa serie de cuadros se titula El regreso de la manada, y en ella se ve cómo unos ganaderos conducen a unas vacas entre las colinas del rural holandés. Al fondo del cuadro se pueden ver unas montañas rocosas que podrían recordar a las que hay al norte de El Lugar. Pero aquellos que lo conozcan un poco sabrán que en esos meses ya la nieve ha cubierto hasta varios metros de superficie, y que este aposento se mantiene normalmente hasta la primavera.
    —Deberíamos ir a la nieve, Miguel. Yo quiero pintar un cuadro como este —dice Nico señalando el póster de Brueghel.
    —¿Un cuadro? —pregunta Miguel con curiosidad—. ¿Y quién va a salir en él, si en las montañas de aquí no hay cazadores?
    —¡Pues los Piscineros! —exclama Nico, como si fuese obvio. Los Piscineros son los encargados de traer agua de las montañas nevadas para rellenar las piscinas en verano.
    —Sería Los piscineros en la nieve, un lienzo gigante, como esta sábana de grande. Claro que habría que tenderla entre dos árboles para poder pintarlo… No hay caballetes así de grandes, ¿o sí?